Este año van a ser dos años desde que te conocí. Desde que
supe quién eras, desde que todo comenzó.
—¿Vos sos Lautaro? —Pregunté confusa y borracha.
—No, Héctor —me reí. Estabas con los brazos alrededor de la
cintura de tu novia, los miré y sonreí. Vos te fuiste a la izquierda y yo para
la derecha… Nunca sospeché que la vida nos pondría enfrente nuevamente.
Fui muy ilusa al juzgar a las personas que decían que
cualquiera podía enamorarse de su mejor amigo, porque, yo me enamoré de vos. Al
final de cuentas no era todo como yo lo suponía o creía… Cuando me di cuenta de
la situación quise hacer de todo para alejarme de vos, de lo que sentía, pero
terminé acercándome más. A tal punto que confiaba ciega y plenamente en vos, no
tenía miedo de nada.
Apareciste cuando me resigné, cuando bajé los brazos.
Me diste todo lo que alguien puede creer, me quisiste y me
aceptaste a pesar de nuestros continuos desacuerdos. A pesar de que yo sea una
histérica y vos poco demostrativo. Fui la persona más feliz, me sentía completa
y de cierta forma, protegida. No me importó nada de lo que sucedía a nuestro
alrededor, para mí había dos personas; vos y yo. Casi que encajábamos en el
mismo lugar. Casi.
Y todo fue así; casi. Casi que concretamos la relación, casi
que te enamoras de mí, casi que ganamos todo, casi que cumplimos las promesas…
Casi siempre estábamos a punto de todo y de repente, nos caen miles de
intervenciones más. Obstáculos.
¿Realmente estábamos tan cerca de todo o siempre estuvimos
alejados del lugar a donde queríamos llegar?
Me acuerdo todavía en el mes de Mayo, en el McDonald’s de
avenida Santa Fe y Callao. Vos, con tu paz de siempre, diciéndome que había que
parar las cosas; te ibas a tu viaje de Bariloche y no querías lastimarme por lo
que podría pasar allá. Pero me dijiste algo que siempre va a quedar en mi mente
“corres con la ventaja de que vas mucho más adelante de cualquier mina que
pueda aparecer, es como si en la carrera vos llevaras la delantera”. La vida no
es una carrera, y yo no quería correr, no quería competir. No la remé.
En junio los problemas se hicieron más profundos.
— ¿Por qué crees que estoy con otra piba? ¿Y con quién crees
que pasa algo? —Me preguntaste apenas mirándome a los ojos.
Te conté de mi teoría y me agarraste de la mano, sabía que
algo entre vos y la otra pasaba, sabía todo. A mí la intuición pocas veces me
había fallado. Cuando decidiste contarme todo, la poca esperanza que tenía de
recuperar algo, había desaparecido. No quería estar a tu lado, no quería verte,
ni tocarte ni nada. Pero mi lado más irracional y que me hace sentir el doble
las cosas, pedía a gritos un último beso, un último abrazo, algo. Algo para
aliviar toda la mierda que sentía.
El último beso nos los dimos un jueves de junio, habías
cumplido tu promesa. Para la próxima iba a haber beso.
Mi cumpleaños fue una mierda. No tendría que haberte visto,
para ser franca, me hizo peor y de lo único que tenía ganas era irme corriendo
del Alto Palermo. Te mentí con lo de los colectivos, me había atrasado a
propósito porque estaba con bronca.
—Esta mierda a mí sola me pasa —pensaba.
Me echaba la bronca a mí misma por permitir aquello. En el
momento en que apareciste atrás mío, no sabía si darte una cachetada o
abrazarte. Cambiante como yo sola. Hablamos un rato en el Starbucks, yo fingía
estar bien y haber superado cuando en realidad, las ganas de llorar cada vez
eran más fuertes e intensas.
—Seguís siendo la Camila de siempre, eh —hacía un mes que no
nos veíamos personalmente. Nada en mí había cambiado.
—La gente no cambia nunca —respondí con todo el enojo del
mundo.
—¿Lo decís por algo en particular? —Sabías perfectamente que
me refería a vos.
—No, por nada —mentí y disimulé una sonrisa.
Nunca fui buena disimulando o mintiendo. Tu famosa frase «no
le mientas a un mentiroso» era infaltable cada vez que hacía eso, pero esa
tarde, sólo hiciste una negación con la cabeza y cambiaste de tema.
Después de ese día, no te vi más. Ni tampoco pretendía
hacerlo, sabía que iba a hacerme mal… Estaba resignada. Dos semanas más tarde,
con apenas hablarnos, me vi con otro chico no sé si creyendo que así iba a
dejar de pensar en vos, que iba a calmar todo lo que me dolía o qué. Lo vi y me
obligué a creerme que él era mucho mejor que vos.
Agosto, un día antes de irte a Bariloche, hablamos. Y ahí
había concluido un capítulo.
Mitad de agosto, septiembre, octubre y noviembre sin saber
de vos era algo que no me ponía mal ni nada. No revisaba ni tu Twitter,
Instagram o Facebook, te había borrado de mis contactos y de Snapchat. Quise
alejarme porque tenía miedo. Miedo de lastimarme más.
Había dejado de llorar hace mucho ya pero a pesar de que
cierta tristeza había sido aliviada, me faltabas. Cada vez te extrañaba más, te
necesitaba. Me tragué el orgullo, y aunque dudé al principio, te volví a
hablar… ¿Realmente quise aclarar las cosas? Sí, pero no era lo principal. Mi
intención era volver a hablar con vos. “Aclarar las cosas” fue la primera
excusa de mierda que se me cruzó por la cabeza.
—No me va a responder, porque me odia y seguro me bloquea
—luego de decirle eso a Carolina y Macarena, tu chat aparece. El corazón se me
paró por un segundo y me quedé perpleja mirando la pantalla sin saber que hacer
o responder.
Desde ese instante algo en mí, volvió a surgir de nuevo.
No puedo creer que estar tanto tiempo sin hablar me haya
hecho sentir algo más fuerte y constante. Que me hagas sentir lo mismo cuando
te veo; las rodillas se me aflojan y las palpitaciones se me van al carajo…
¡Dios mío! Te amo tanto que me da bronca. Me da bronca quererte con tanta
intensidad que antes (o más) y que sigas causando lo mismo en mí.
Sin embargo, el miedo y las dudas esta vez me carcomen más
la cabeza. No sé si pueda apostar de nuevo.
No saber que mierda buscas o querés de mí, me mata. Me tratás
casi como tu amiga para después mandarme audios borrachos diciéndome que me
extrañas, que estás arrepentido y que como yo no hay nadie. Mirá que soy
complicada, pero vos, estás casi a mi altura… No te entiendo. Siento que sos
imposible, y me confundís de mil maneras. A veces siento que realmente me
necesitas en tu vida, otras que me querés solo para hacer la gran «la pongo y
me voy» y otras que me queres a medias.
Date cuenta de que las personas no
podemos vivir en un constante «no somos ni esto ni lo otro», es blanco o negro,
no hay grises… Y ex no somos, ¿Los ex hacen esto Lautaro? Por lo que sé, cuando
una relación se termina, se termina. Una parte por la izquierda y otro por la
derecha. Además, nunca fuimos novios. Fuimos algo que ninguno de los dos sabe
explicar.
Pero sin dudas fue hermoso y loco. Aún me cuesta creer todo
lo que pasamos.
Concluyendo porque son casi las seis de la mañana (y hace
dos horas estoy acostada en la cama escribiendo esto que nunca vas a leer)…
Quiero que sepas que te amo. Que te amo con todo lo que soy, que sos tan
esencial para mí y que digan lo que digan, sos parte de mi felicidad. Estés en
mi vida o no. Sos la persona que me hace sentir viva y que con tan sólo dos
palabras, puede darme vuelta todo. Sinceramente, por más que no te hable
durante seis días o cuatro años, yo crezca, vos estés en la tuya y yo este con
otra persona; nadie pero nadie va a poder hacerme sentir esto. Nadie va a
reemplazar lo que siento o sentí por vos… Ni creo que vuelva a sentirme así.
Gracias por todo lo que me diste. Agradezco a Dios, a la
vida, a quién sea por haberte cruzado conmigo de una manera que nunca creí.
Gracias por haber sido mi mejor amigo y mi primer amor. Te amo loca y
honestamente.